miércoles, 29 de enero de 2014

Entrevista a un extraterrestre. Capítulo 4

—Interesante, —dijo Anthony—. Alan JR, pregunta desde Twitter: ¿cómo podéis ayudarnos a evolucionar? ¿En qué aspectos?


—Buena pregunta. Os enseñaremos a sacar provecho de energías que ni siquiera sabéis que existen. Os enseñaremos a desplazaros de un sitio a otro rápidamente y sin esfuerzo. Aprenderéis a criar a vuestros hijos de una forma mucho más eficiente, dotándoles de una inteligencia muy superior desde que se encuentran en gestación, y así, hasta una larga lista de cosas importantes. Creemos que todos salimos ganando con esta tregua.


—Hola, buenas noches, —sonó una nueva voz a través del teléfono.


—Buenas noches, ¿tú eres? —Preguntó el presentador.


—Me llamo George Donovan. Mi pregunta es, bueno en realidad son dos: ¿Podríamos ver el resto de tu cuerpo? ¿Podéis

domingo, 26 de enero de 2014

Perfume. Capítulo 28

Llegamos a mi barrio, el paseo de la Petxina está desierto, son las dos y media de la madrugada. Mi cabeza ya no puede más, las imágenes del accidente y los trozos de Héctor me han dificultado un trayecto que en teoría era algo sencillo. Sara no ha vuelto a abrir la boca, parece que ha entendido mi frustración en este momento, y doy gracias por ello. Sólo me faltaba que una tía a la que apenas conozco, me estuviera martilleando la cabeza con sus conjeturas de celos infundados.


Subimos en el ascensor, en este momento, ella me mira de cerca, me abraza; es un abrazo de comprensión, así lo percibo. La verdad es que, me viene bien que ella esté aquí y me esté tratando de esta forma. Hace que me sienta querido y no solitario, a veces la soledad me acecha desde lugares que nunca me espero.


—Venga, cielo. Te daré un masaje para que te relajes del todo, —me dice mientras salimos del ascensor.


—Te lo agradezco, me vendrá bien, —contesto, palpando mis sienes con mi pulgar y dedo corazón, mientras busco las llaves en el bolsillo del pantalón.


—Claro que sí, para eso estoy aquí, para cuidarte, —añade, agarrando mis hombros por detrás del cuello y apretando levemente.


Doy un pequeño gemido de placer mientras abro la puerta. Enseguida me doy cuenta de que alguien ha estado en mi casa, faltan varios cuadros, y la moqueta ha desparecido. Han entrado a robar. Las llaves se precipitan de mi mano al suelo, me quedo petrificado y mi grave situación emocional termina de desmoronarse del todo. Caigo al suelo de rodillas, derrumbado y harto de este día para olvidar.


—Valentín, cariño. No te preocupes, tendrás un buen seguro, ¿no? —Dice ella, adelantándose y comprobando el posible desastre—. En el salón no falta nada, o eso parece, será mejor que vengas a comprobarlo, —dice Sara en voz alta, desde el salón.


Termino de lamentarme cuando un extraño sentimiento recorre mi cabeza y mi cuerpo. De repente, noto como una fuerza me empuja hacia delante, levantándome y yendo a comprobar todo lo que me han robado. Parece que ha sido un ladrón de arte, se han llevado casi todas mis obras, hasta el cuadro Still Life with Old Shoe de Joan Miró que me regaló mi padre cuando me independicé.


—¡Mierda! ¡Mierda y más mierda! ¡¡¡Joder!!! —Ladro descontrolado, adentrando mis manos en mi cabello ya de por sí revuelto. Sara se acerca.


—Vamos a la policía. Quizá todavía los puedan pillar, —me dice.


—Uf, —resoplo, es mi única contestación.


Subo corriendo a la habitación, allí tengo mi caja fuerte, donde guardo dinero en efectivo y todas mis claves de seguridad financiera, por suerte, parece que no la han encontrado, no falta nada, ni siquiera el colgante de diamantes de mi abuela, eso me alivia bastante, pero los cuadros, eso es otra historia. El seguro me pagará todo, pero el valor que tenían esas obras para mí, no se puede pagar ni con todo el dinero de un banco. <<¿Cómo es que no ha sonado la alarma?>> Me pregunto, atolondrado. Enseguida me doy cuenta de que no la conecté antes de salir, debido a las prisas y el shock que llevaba en el cuerpo por la jodida noticia que me había dado Paula. Sara aparece por la puerta de la habitación, despacio, con el sigilo propio de un espía ruso.


—¿Vamos a la policía? ¿Falta algo más? —Me dice, acercándose como una gatita que busca caricias.


—Aquí no falta nada, —le digo, cerrando la caja y ocultándola otra vez en su sitio—. Voy a ver el resto de la casa.


—Vale. Esperemos que no falte nada más, ya es bastante pérdida lo de tus obras de arte.


La miro con expresión de rabia e impotencia, voy corriendo a las demás partes de la casa. Todo está en orden. Me acerco al teléfono y marco el número de emergencias, éstos a su vez, me pasan con el departamento de policía más cercano. Me comunican que debo ir a comisaría a poner la denuncia y después me acompañarán a la casa para comprobar lo que falta. Accedo a regañadientes, pensando que sería mejor que ellos vinieran aquí antes, para que vieran con sus ojos lo que me han robado; se lo explico. Me espetan que las cosas no funcionan así, que tienen un protocolo que seguir, que al ser un robo sin violencia no pueden venir primero. Normal que se les critique, me parece que su modo de actuar deja mucho que desear para cualquier improvisto que te pueda pasar, eso sí, a la hora de ponerte multas absurdas de aparcamiento, sí que actúan rápido, sí. Mi frustración va en aumento. Agarro a Sara y vamos camino de la comisaría. Antes de llegar al garaje, me detengo en la planta principal para preguntar al portero si ha visto algo sospechoso, salimos del ascensor y mi sorpresa no puede ser más grande. Nicolás no está en su puesto de trabajo habitual. Me acerco al mostrador. Al llegar, me doy cuenta de lo que ha pasado. Está en el suelo, amordazado, atado por completo e inconsciente. Salto el mostrador en un acto reflejo y le doy varios achuchones fuertes que hacen que despierte. Me mira y abre los ojos como si hubiese visto un fantasma, luego los cierra dos veces y pone expresión de calma. Le quito la mordaza de un plumazo.


—Max, gracias a Dios. Me han echado algo en los ojos, cuando he despertado, estaba así.


—¿Quiénes eran, Nicolás? ¿Los has visto?


—Sí, pero no podría reconocerles, llevaban pasamontañas. Iban vestidos de negro. Al verlos me he asustado, no me ha dado tiempo de llamar a la policía. No he podido hacer nada, Max, libérame de una vez.


—Tranquilo, Nicolás. Ya está, tranquilízate. ¡Sara, llama la policía de nuevo y diles que la situación ha cambiado, que ha sido un robo con violencia!


Ella está mirando desde el otro lado del mostrador, asustada. Saca su teléfono para llamar, entonces me pregunta:


—¿Dónde llamo? ¿A qué número? —sus manos tiemblan.


—Noventa y seis, tres, ocho, cinco… —salta Nicolás—. Lo conozco de memoria por si pasa algo, —aclara.


—Muy bien, Nicolás, muy bien, venga, ya falta menos para que estés libre, —felicito mientras termino de desatarle manos y pies.


—¿Policía? Acabamos de llamar, ha habido un atraco…


—Diles que ha habido violencia, ¡díselo! ¡Maldita sea! —Grito, desbocado—. Dame el teléfono, ¡joder!


Sara me lo pasa, sus ojos parecen temerme por los gritos que estoy dando, me doy cuenta de que la he asustado y le hago un gesto tranquilizante con la mano, Nicolás queda libre en el mismo momento en que he terminado de gritar, permitiéndome coger el teléfono.


—Oigan, acabo de hablar con la dirección general de policía. Me habían instado que fuese a denunciar, pero la situación ha cambiado. Acabo de encontrarme al portero amordazado y drogado por algún producto.


—De acuerdo, señor. Dígame la dirección y mandaremos a la patrulla más cercana, —se escucha al otro lado de la línea.


Se la digo y corto la llamada. Nicolás está cerca de Sara, los dos me miran, con caras de susto, como preguntándome lo que habían dicho. Comienzo a explicárselo, pero el ruido de una sirena cercana responde por mí, haciendo que me calle, les hago un gesto de prestar atención, indicándoles que esa sirena sería en respuesta a mi llamada y que vendrían hacia aquí.



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José Lorente.




miércoles, 22 de enero de 2014

Entrevista a un extraterrestre. Capítulo 3

—Bien, Jonhy. Comenzamos a saber más cosas sobre ti. ¿De verdad los gobiernos, sabían de vuestra existencia y nos lo han ocultado? —Preguntó el presentador—. Siempre ha habido rumores sobre eso, pero la habilidad de los altos mandatarios de esconder la verdad es cada vez mayor.


—Por supuesto que lo sabían, es más, me consta que conocen a un total de 12 razas diferentes de seres que no habitan este planeta, pero lo han visitado alguna vez, —contestó Jonhy con tono simpático.


—¿Quieres decir que en tu planeta existen otros seres?


—Claro que existen. Igual que aquí hay animales, allí también hay otras especies diferentes a nosotros, pero la nuestra es la más avanzada, como el humano aquí. Los seres de otros planetas a los que conoce vuestro gobierno, no son todas de nuestro mundo; hay de hasta 9 planetas diferentes.


—Deduzco que, seres de 9 planetas diferentes han visitado nuestro planeta alguna vez, ¿es eso lo que quieres decir, Petaca?


—Exacto, eres muy hábil, Anthony, amigo.


—¿Y desde cuándo crees, o sabes, que nuestro gobierno tiene esa serie de

domingo, 19 de enero de 2014

Perfume. Capítulo 27

Antes de montar en el coche, la voz de Paula pronuncia mi nombre de un grito, desde lejos. Me giro, la veo despegarse de su familia, acercándose hacia mí. Me quedo mirándola, con un pie dentro del coche y el otro fuera. Se para a medio camino y con un gesto de su cabeza, me pide que me acerque. Paula es una chica a la que tengo especial aprecio, no sólo por ser la hermana de quién es, sino también, porque hemos tenido nuestras aventuras amorosas en el pasado, aunque a decir verdad, nunca hemos dejado de tratarnos como a personas especiales mutuamente. La conozco desde niña. Tiene seis años menos que yo, pero una vez se hizo mujer, supo conquistarme como pocas, aunque yo siempre he sabido, que era mejor no tener nada serio con ella; la relación que me une a su familia es tan fuerte, que no me gustaría traspasar la fina línea que separa el amor del odio, todo el mundo sabe que adentrarse en una relación seria, conlleva este tipo de riesgos; nunca he concebido la idea de distanciarme de esa familia, y menos por desamores con la niña. La opinión de Paula al respecto discrepa bastante de la mía. Ella siempre ha querido tenerme cerca, ha querido atarme, amordazar mis sentimientos a ella, siempre me ha dicho que soy el hombre perfecto. Pero yo he sido suficientemente hábil como para mantenerla a una distancia prudencial. Todas estas cosas no quitan que le tenga un aprecio muy especial, es una de esas personas que son capaces de alegrarte en momentos de angustia, que parece saber lo más adecuado que decirte en cada momento. Es un amor de niña y jamás podría negarle ciertos favores.

—¿Qué pasa, Paula? ¿Necesitas algo? —Le digo, mientras me acerco a ella.

—¿Quién es esa tía? —Me pregunta, con sus ojos bañados en una negrura, desparramada por sus mejillas. Su cara esboza tristeza infinita, no es para menos.

—No es momento de hablar de eso, pequeña. Ya te lo explicaré más adelante, —le contesto, poniendo mi mano derecha en su hombro izquierdo.

—Te acuestas con ella, ¿no? ¿O es algo más que eso? Es muy guapa, demasiado diría yo, —los sollozos se acentúan al decir la palabra “demasiado”.

—Venga, bonita. Ven aquí, anda, —la estrecho entre mis brazos, ella rompe a llorar al instante. Giro mi cabeza hacia el coche, Sara nos mira, atenta. Al verme, aparta la vista y saca su móvil, su rostro se ilumina con el resplandor de la luz de éste—. No pasa nada, no es momento de hablar de estas cosas, deberías intentar dormir, —le digo, volviéndome hacia ella.

—¡No! ¡No! ¡Noo! Quiero que te quedes conmigo, quiero que se marche esa tía. No quiero verla. Es algo más que un polvo. Dijiste que no harías eso nunca, con ninguna. Que quizá en el futuro podríamos ser algo más. Mentiste, siempre lo haces, ¡déjame! Lárgate con tu nueva ramera barata, —me refunfuña, golpeándome el pecho con su puño derecho.

—No, tranquila, vamos… ¡Basta! —La separo de mí, agarrándola por los hombros en una fuerte sacudida. Está claro que está evadida, que no es capaz de razonar, que su estado de shock es tremendo, pero en cierto modo, tiene razón. Siempre he intentado escabullirme de sus embestidas amorosas. Me quedo mirándola con cara de pena—. Debo irme, —le digo, doy media vuelta, con el alma encogida, con más dolor que furia y con Sara, la intrigante, esperando en el coche, con su rostro iluminado todavía por el resplandor del móvil.

—Eso, ¡huye! Como siempre haces, —vocea Paula, entre lloros amargos. No hago caso, consciente de que cualquier acto por mi parte puede ser malinterpretado por ella. Es mejor dejarla así, con su familia. Mañana será otro día. Oigo sus pasos alejarse.

Al llegar al coche, Sara guarda el teléfono, me mira y me pregunta:

—¿Siempre es así esta chica? —Despliega el parasol, abre el espejo y se mira en él; retocándose el pelo y dándose pequeños golpecitos con sus dedos en los párpados inferiores.

—No, para nada. Está en un estado de shock bastante evidente. Es normal, ¿no? —Le contesto, mirándola extrañado por esa pregunta. Debería comprender una reacción así, a no ser que nos hubiese escuchado, cosa poco probable por la distancia que había, aunque también cabe la posibilidad, que con su aguda intuición, sepa que esa niña está enamorada de mí.

Un silencio incómodo se crea en ese momento.

—¿Crees que soy tonta, o qué? He visto cómo te miraba. Parecía estar llorando más por verte conmigo, que por la muerte de su hermano. A veces el amor puede llegar a hacer ese tipo de cosas raras en las personas, dar más importancia a ver al amor de tu vida con otra, que a la muerte de tu propio hermano, ¿no crees? —Me aclara, con tono seco, mientras cierra el parasol.

Me quedo mirándola con cara de desprecio, arranco el coche y me pongo en marcha. Poco después, unas calles más allá, he recapacitado sobre sus palabras y siento necesidad de contestarle.

—Sara, de verdad. ¿Tú crees que estoy yo ahora para discusiones estúpidas o jueguecitos psicológicos? Sí, esa niña está loca por mí, siempre lo ha estado, pero eso no quiere decir que la tenga que dejar de lado por ti en un momento así, se siente segura conmigo. Me necesita más que nunca, y no vas a conseguir que cambie de opinión, —mi tono es seco, preocupado, producto de las miles de imágenes que me vienen a la mente, de momentos con Héctor y Paula, y lo peor, los trozos del cuerpo de Héctor siguen hablándome; me dicen que no confíe, que sea cauto, una y otra vez, con personalidades distintas cada uno. Definitivamente, debo descansar.

—No, si yo no digo nada. Sólo te digo, que más vale que me digas las cosas cómo son, es peor si tengo que deducirlas por mí misma, y créeme… lo haré, —se cruza de brazos, como una niña estúpida, es el primer gesto que veo en ella que no me ha gustado, cosa que me parece de lo más normal, lo raro sería que fuese tan espléndida en todo.

—Pues vaya, ¿no dices nada? Entonces, ¿si dijeras algo, qué? —Contesto, atento a la carretera—. Da igual, déjalo. Ya te lo he dicho, ya sabes lo que hay respecto a ella. Mañana será el funeral. No vengas si no quieres. Necesito descansar, por favor, no hagas que me sienta peor.

—Está bien, de acuerdo. Lo siento mucho, cariño. A veces puedo ponerme un poco celosa, pero ya está. Te daré un masaje cuando lleguemos a casa, para que descanses mejor, —me dice, masajeando mi muslo derecho con su mano, y luego, acercándose y dándome un beso en la mejilla, hecho que me deja más tranquilo y aliviado, pero no hace que las voces de los trozos de Héctor desaparezcan de mi cabeza. ¿O es alguna de las voces de mi ego? Ya no sé qué pensar. <<Horas de sueño, es la solución>>, pienso.



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José Lorente.





sábado, 18 de enero de 2014

Mi nuevo libro en Amazon. El mar de las historias extrañas

Hoy os traigo una novedad para empezar este 2014. Mi nuevo libro, "El mar de las historias extrañas", que está disponible en la tienda Amazon. Descarga aquí: http://www.amazon.es/El-mar-las-historias-extra%C3%B1as-ebook/dp/B00HX9QKK0/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1390040095&sr=8-1&keywords=el+mar+de+las+historias+extra%C3%B1as




Este libro contiene una recopilación de muchos de los relatos y microrrelatos escritos por mí; algunos aquí publicados y otros inéditos.
Es una mezcla de ficciones, realidades y reflexiones que te invitan a viajar, soñar, reír, confiar, ilusionarte, motivarte y a otras muchas cosas más, que irás descubriendo página tras página. Una literatura fresca, moderna y dinámica se deja ver en el estilo de este libro. Sus párrafos cargados de sentimiento, te parecerán amenos, sus diálogos, te meterán en la piel de los protagonistas de cada historia. Llegarás a conclusiones diferentes a las que creías esperar; algunos de sus finales sorprendentes se encargan de ello. Una estupenda colección de treinta títulos, que sin duda recordarás.


La mayoría de estas historias están pensadas para tratar de ayudar a gente que lo necesita, es por ello, que necesitan ser compartidas con tus seres más queridos, para que ellos también puedan aprovecharse de estas reflexiones tan interesantes y beneficiosas.


Disfruten del placer de la lectura y viajen a lo más profundo de la imaginación.


El libro incluye

miércoles, 15 de enero de 2014

Entrevista a un extraterrestre. Capítulo 2

    Aproveché la pausa para consultar las redes sociales y publicar lo que estaba viviendo. Mi sorpresa fue enorme al comprobar que, la mayoría de noticias de mis amigos de la red hacían referencia directa hacia lo mismo, la entrevista a Jonhy Petaca, el extraterrestre. Desistí de publicar lo mío para no saturar la red con noticias redundantes y me dediqué a leer lo que opinaba la gente.


    —Maira, cariño. Todos parecen estar al tanto de lo que sucede aquí, la noticia está corriendo como la pólvora, —le dije posando mi mano sobre la suya, que ya había dejado de presionar con tanta fuerza mi muñeca. Ella me miró con una expresión de evasión completa; parecía estar fuera de ella misma. No sabía por qué, nunca la había visto así, pero fuera lo que fuese, el tal Jonhy Petaca, parecía haber eclipsado a la mujer que tanto amaba.


    —Quiero irme de aquí, Bruce, —dijo con esa expresión de mil demonios y con la mirada perdida en algún punto del interior de mi cara. Me dejó algo preocupado, las únicas veces que escucho mi nombre pronunciado por sus labios es cuando algo no va bien.


    —Pero, ¿qué dices? Si esto está en su punto más interesante. Mira lo que dice la gente en las redes. Mira ese tío, si es un actor, lo está haciendo genial. Estos de la tele se las saben todas, —contesté acercándole el móvil para que pudiese ver algunas noticias de gente

domingo, 12 de enero de 2014

Perfume. Capítulo 26

…—Soy la hermana de Héctor. Paula.

—Ah… Paula, ¿cómo estás? ¿Qué número es este? ¿Has cambiado de móvil? No me aparece tu nombre.

Un sollozo profundo se escucha por el altavoz del iPad, Paula ha arrancado a llorar de forma bastante angustiosa.

—Max… Mi… —un espasmo en su respiración agitada la interrumpe—… mi hermano, —los gimoteos y espasmos se acentúan después de terminar de hablar.

—¡¿Qué pasa, Paula?! ¿Dónde está? ¡Dime!

—Maaaax… —el tono de su voz fue de más a menos al decir mi nombre—. Un accidente, ha tenido un accidente. Se ha matado, Maaaaax… se ha matadooo, —esto último lo pronuncia sin apenas poder hacerlo, sus cortes de respiración no la

miércoles, 8 de enero de 2014

Entrevista a un extraterrestre

Me encontraba como espectador entre el público de un programa de la televisión; uno de esos a los que no puedes dejar de acudir, al menos una vez en la vida, por su forma de transmitir cosas insólitas y difíciles de entender para cualquier tipo de mente cerrada.


    A mi lado estaba Maira, mi compañera de vida, o como ustedes quieran llamarle; tan alegre como siempre, aplaudiendo al fulgurante presentador, que apenas acababa de hacer aparición en escena. Mis aplausos eran un tanto más apagados, lo cual no se notaba nada en el ambiente, porque en general, todo el público estaba entusiasmado por ver a su ídolo en persona y no a través de una ventana rectangular colgada en una de las paredes de su salón.


    —Ahora es cuando dice lo de “buenas noches, mis queridos amigos extraños”, —me advirtió Maira dando tres golpecitos con su codo en mi antebrazo y mostrando su señalada sonrisa. A lo que contesté:


    —Sí, querida; veo este programa todos los viernes contigo en el sofá, —sin mirarla y dejando de aplaudir, esperando que me sorprendieran en esta noche, como otras tantas habían conseguido en sus interesantes debates de lo

domingo, 5 de enero de 2014

Perfume. Capítulo 25

—Ha sido… increíble. ¡Me encantas! —Digo, con mis ojos entrecerrados por el gran placer que estoy sintiendo.


—Sí, a mí me ha gustado mucho, ¿crees que podrías aguantar un rato más? —Susurra, incorporándose de nuevo y comenzando a mover sus caderas.


    —Yo sí, pero mi pequeño… lo dudo bastante, —respondo, algo decepcionado.


    —No te preocupes, lo entiendo. ¿Sabes? Eres de los pocos que han aguantado más de cinco minutos en esta postura.


—Normal, con esos movimientos que sabes hacer, no me extraña nada que la mayoría, hayan tenido orgasmos prematuros.


Sara da una carcajada breve.


—Bueno, mis clases de danza ayudan bastante, —contesta, sonriendo y despegándose de mí. Se tumba a mi costado—.  Necesito ir al baño. ¿Dónde es? ¿Esa puerta de ahí?


—Sí, es ahí es. En el segundo cajón tienes toallas limpias.


—Vale, —y se aleja de mi lado, caminando como una diva, con ese trasero tan llamativo y perfecto.


Estoy en la cama, tumbado boca arriba, con las manos apresadas por el cinturón, me apetece soltarme, darme una ducha caliente. Escucho los sonidos que hace ella detrás de la puerta, no estoy acostumbrado a que haya alguien ahí, en mi baño. Libero mis manos como puedo, no me ha hecho falta un gran esfuerzo. Me acerco a la puerta del baño, está entreabierta, la veo ahí, arreglándose el pelo alborotado, con una toalla en la mano, su desnudo se ve mucho más perfecto con la potente luz del espejo tocador.


—Voy a darme una ducha, —le digo.


—Sí, yo también. ¡Dúchate conmigo! —Responde, con convicción.


La proposición es muy tentadora, sobre todo porque hace años que no me ducho junto a una mujer. Me gusta que me lo proponga. <<Prefiero ducharme solo, pero quizás la decepcione>>, me quedo pensando un instante.


    —Está bien, pero déjate de duchas y vamos a darnos un baño burbujeante en el jacuzzi, —le digo pícaramente.


—¿Por qué crees que te lo he propuesto? Viendo este milagro de la relajación y el aseo personal aquí en el baño, no me puedo ir de esta casa sin meterme contigo en él. Y si hay mucha espuma, mucho mejor.


—De acuerdo. Espera, enseguida vuelvo. Ve llenándolo.


Bajo a la cocina, agarro cuatro velas aromáticas, el iPad y vuelvo al baño. El vapor de agua caliente escapa por la pequeña abertura de la puerta. Entro, le enseño las velas.


—¿Qué es eso? ¿Velas? ¿Para qué? —Dice, extrañada.


—Son velas, sí, pero aromáticas. Verás qué gusto de baño nos damos.


Coloco las velas estratégicamente, según su aroma. Desbloqueo el iPad, busco en la biblioteca una sesión de música relajante. Le doy al play, con el volumen a menos de mitad. La música comienza su transcurso hermoso, de casi fantasía. El jacuzzi está casi lleno, abro uno de los cajones, saco unas sales de baño, un jabón muy espumoso que tengo para este fin y lo meto todo en la bañera. La espuma comienza a brotar del agua. Sara me agarra desde atrás, noto sus senos aplastarse en mi espalda. Sus manos están en mi pecho y su mejilla en mi omóplato derecho.


—Ya está, podemos entrar.


—Me muero de ganas, —contesta ella—. Tío, ¿cómo lo haces? —Dice, introduciéndose en el baño espumoso. La ayudo cogiéndola de la mano y la sigo, metiéndome detrás, sentándome a su lado.


—¿Cómo hago el qué?


—Hacer que me sienta especialmente seducida con cada gesto que haces, con cada situación que preparas.


    —No sé cómo lo hago, simplemente me nace hacerlo así. Tú inspiras cada hecho, quiero que te sientas especial. Realmente creo que lo eres.


—¿Y tú? ¿Tú qué eres?


—Soy lo que tú quieras, menos drag queen, ¿eh? —Una carcajada sigue a la frase. Ella la compaña con otra.


—Qué gracioso eres. Siempre estás con las bromas, ¿no?


—Me gusta poner humor a la vida.


—No, ahora en serio. ¿Tú qué eres? ¿Crees que fue casualidad que te pidiera el favor de llamar con tu teléfono?


—¿No lo fue?


—¿Tu qué crees?


—Pensé que sí.


—Pues te equivocabas, vuelves a pecar de ingenuo.


—Vaya… discúlpeme, señorita, por no ser tan avispado como pensaba usted.


—No es que se trate de ser avispado o no. Se trata de que pareces un tío muy interesante e inteligente, pero con las mujeres lo llevas crudo, amigo.


—¿Y cómo has llegado a esa conclusión?


—Por el hecho de que no te dieras cuenta de todas las veces que te miraba en el metro cada día y ahora, pensando que fue casualidad que te escogiera a ti de entre tanta gente. La llamada fue un pretexto para acercarme a ti y conseguir tu número. Tenía un complot con mi amiga. Le dije que la llamaría con tu móvil, era un plan, bobo. Podría haber llegado al trabajo, cargar el móvil y hablar con ella en cualquier momento, pero fingí que me quedé sin batería, era todo un plan. Mi móvil tenía la batería a pleno rendimiento. Lo cargo cada noche, mientras duermo, —su expresión me hace saber que es una chica demasiado inteligente. Intuyo que podría estar engañándome de la forma que quisiera y yo, jamás me enteraría.


Mis ojos se han abierto como una ventana en primavera. No esperaba escuchar todo esto, parece sacado de una película, pero no, esto es la vida real, mi vida y estoy encantado con que sea así.


—Entonces, ¿Me estás diciendo que querías conocerme y yo sin enterarme?


—Eso es, exactamente.


—¿Y por eso lo tengo crudo con las mujeres?


—Eso pienso, sí.


—Pues… estás en mi bañera, desnuda y frotando tus piernas con las mías. No parece que sea la definición de tenerlo crudo exactamente, ¿no?


Se ríe a carcajada limpia. Frota un poco más fuerte.


—Tienes razón, como ya te he dicho, me siento seducida pero, ¿me hubieses dicho algo si yo no hubiera tramado el plan para conocerte? ¿Me tendrías aquí si yo no hubiese tomado la iniciativa? —Su gesto ahora es serio, jugando con la espuma entre sus manos.


—¿Y tú crees que vas a poder jugar a este rollito psicológico cómo quieras y cuando quieras?


—Sí, —la rotundidad de esa afirmación me deja sin argumentos. Realmente tiene razón, nunca me ha ido bien con las mujeres, ¿a quién quiero engañar? Lo mejor que he tenido ha sido aquella chica, Caty. Ella me adoraba, y yo a ella. Pero tenía veinte años y yo veintinueve, sintió que tenía que volar y que estar conmigo se lo impedía, yo la dejé marchar sin oponer resistencia, entendía perfectamente su situación. Al fin y al cabo, no soy quién para tratar de convencer a nadie de que esté conmigo, nadie es dueño de nadie.


—Caty, —digo.


—¿Cómo?


—Caty, es la única chica; lo más parecido a una novia que he tenido en toda mi vida. Lo demás ha sido pura superficialidad. Tienes razón, no te voy a engañar, no es mi fuerte el amor.


—Pues en el día de hoy, cualquiera diría lo contrario, me tienes encantada. ¿Qué pasó con Caty?


—Me dejó, era muy joven, tenía una vida por delante, una vida a la que mi presencia ponía obstáculos. Nunca he sabido más de ella.


—Olvídate, esa chica no te quería lo suficiente.


—¿No? ¿Por qué?


—Si alguien te ha importado de verdad, lo normal es saber de esa persona, el resto de tu vida, aunque no cruces ni una palabra, hoy día existen las redes sociales, quien no sabe de alguien es porque no quiere. Y ella no ha querido saber de ti. No te quería.


    —Por esa regla, yo tampoco la quería. Nunca me he interesado por ella después de romper.


—Pues sí, eso es que vuestro amor era falso, una práctica en el camino, sin más.


La música se interrumpe, en la pantalla del iPad aparece un número de móvil que no está en mi agenda de contactos.


—¿Quién te llama a estas horas? —Pregunta extrañada—. ¿Te imaginas que fuese Caty? Me muero…


—Lo dudo bastante, —contesto, poniendo el dedo en la tecla verde de responder—. ¿Sí?


—¿Max? Suena una voz femenina, muy agradable.


—¿Quién es? —Digo, Sara me mira sonriendo, contemplando la posibilidad que acababa de plantear.


—Max, gracias a Dios que doy contigo. Soy la hermana de Héctor. Paula.


    —Ah… Paula, ¿cómo estás? ¿Qué número es este? ¿Has cambiado de móvil? No me aparece tu nombre.



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