El libro; ese manojo de papel
atado con cuerdas y lleno de palabras. Palabras, sí, esas que se unen formando
frases. Frases, que se unen formando historias. Historias que cobran vida en
nuestra imaginación; historias de guerras, de fantasía, de ciencia ficción, de
amor. Amor, ese que nos desvela, que nos desata la pasión, que nos impulsa a
vivir en plenitud en conjunción con el universo.
El libro, con su color, su mundo, su fragancia; lleno de aventuras, magia,
personajes. Personajes que nos identifican y nos acompañan; en el parque, en el
salón, en la cama, sentados en una roca a la vera del mar, bajo un árbol,
tumbados en un prado de hierba fresca mientras el sol cae sobre el horizonte.
Miles de palabras dispuestas con elegancia, millones de imágenes que despiertan
en algún lugar de nuestros ojos y logran remover emociones. Emociones; reír,
llorar, amar, sufrir, preocuparse, sí, tantas cosas nos regala un libro, que se
ha convertido en objeto de culto, de ocio, de sabiduría. ¿Qué sería del mundo
sin ese amigo de capítulos y páginas? Sería un lugar sin estrellas, sin cielo,
sin sueños. Porque el libro es y será, un gran compañero de viaje, un elemento
fundamental en la noche, un tributo a la vida, un elenco de palabras
trascendentales que perdura en el tiempo, que se acomoda en los estantes, que
sigue desbordando la imaginación, miles de años después de ser concebido. Los
libros son personas; amigos, primos, tíos, hermanos, padres. Son carreras del
destino, son pureza del lenguaje. Un arte creado con la palabra, llegada de
algún rincón de nuestra mente, abierta a merodear cualquier parte. Una historia
siempre será una historia, en nuestra imaginación, una historia siempre será un
recuerdo, que nos acecha de vez en cuando, animándonos a descubrir nuevas
conjunciones de palabras dispuestas estratégicamente. El libro, sí, ese famoso
personaje lleno de personajes, donde la realidad y los sueños se hacen uno,
donde la vida puede disfrutar de versatilidad y locura. Bienaventurado sea el
don de escribir, bienaventurados sean los que leen a diario, bienaventurados
todos los que promueven esta cultura milenaria. Bienaventurado, libro, eres y
serás el más grande de entre todos, porque en todos estás tú, y todos están en
ti, con tus historias y aventuras.
Por esto y más cosas que escapan a mi entendimiento, leo porque escribo y
escribo porque leo. Mis libros son y serán vuestros, por siempre, para siempre.
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José Lorente.
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