miércoles, 28 de mayo de 2014

Un debate sobre sueños

¿Y qué pasa cuando una casualidad se convierte en causalidad? ¿O es que no existen las casualidades y sí las causalidades? Eso mismo me pregunté yo la noche de ayer, una de tantas veces que me he formulado esa clase de incógnitas. Mis conclusiones son mías, no por ellos deben ser, necesariamente, equivocadas.


    A menudo escuchamos a alguien decir: «Vaya casualidad». Es muy convencional utilizar esa expresión cuando algo nos resulta fruto de una suerte extraña, de una conjugación de actos que llevan inevitablemente a ese hecho que nos deja boquiabiertos, anonadados, absortos en un misterio imperturbable al que no somos capaces de acceder, al menos conscientemente. Es entonces cuando dejamos que la suerte magna dé su explicación, que es tan limitada como nuestro frágil entendimiento. Pocas personas son capaces de pararse a pensar que esa «casualidad» es fruto de un sinfín de actos llevados a cabo intencionadamente por cada individuo, y es que, sin que nosotros lo sepamos o lo entendamos, a nuestro alrededor actúan una infinidad de fuerzas que tienen que ver directamente con cada uno de nosotros y lo que nos rodea. Nada es al azar, por lo tanto me aventuro a decir, que la llamada suerte no existe en realidad, sino en una ínfima parte de nuestro cerebro, catalogada con ese término coloquial que parece darle sentido a todo lo que no tiene ninguna explicación lógica para nosotros, el ser humano. Pero, ¿quién soy yo para afirmar algo tan contrario a las creencias de la mayoría de las personas? Pues… sólo un hombre que no se conforma con pensar que todo es cómo nosotros creemos que es. Bajo mi punto de vista, no tenemos ni siquiera una remota idea de qué rige en realidad a la vida en su exponente máximo. Y con estas palabras os relato uno de los múltiples hechos que me han ocurrido a lo largo de mi curiosa e insignificante vida, llena de esas casualidades que según muchos, son fruto de la poderosa suerte; yo digo que es causa del destino que uno mismo se preocupa en

viernes, 23 de mayo de 2014

Tres libros de lectura obligada

¿Te atrae la fantasía y la aventura? «El extraordinario viaje de Pablo» te da las dos cosas. 


¿Quizá eres más de drama romántico con toques eróticos y algo de thriller? «Perfume» tiene todo eso. 


¿O te decantas por una mezcla de historias de todo tipo? «El mar de las historias extrañas» es tu libro. 


Tres libros que te harán pasar ratos alucinantes. ¡No te los pierdas!

¿Cuál es el tuyo?

miércoles, 21 de mayo de 2014

Si ellos hablasen

—¿Qué pasa, amigo? ¿Cómo estás hoy?


—¿Yo? Bien, ¿y tú?


—Como cada día, esperando tu llegada. Ya era hora…


—Va, no te quejes, y deja ya de sonreír. Siempre haces igual. Será que no estás acostumbrado a verme. A ver cuando te comportas de modo normal.


—Tú también sonríes al verme cada vez que llegas. ¿O es que no te ves? Y sonrío porque estoy contento de verte. Además, quiero salir un rato.


—Es verdad. ¿Qué voy a hacer contigo?


—¿Ponerme el collar y bajar a la calle?


—Pues eso. ¡Vamos, anda!




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José Lorente.




viernes, 16 de mayo de 2014

Perfume. Sinopsis y prólogo

Al fin ha llegado el momento en que mi novela Perfume ve la luz en forma de libro digital de Amazon para descargarlo en cualquier soporte digital, móvil, tablet, pc, etcétera.





    Y como no puede ser de otro modo, aquí os dejo la sinopsis oficial y el prólogo, hasta ahora inéditos ambos escritos aquí en el blog. 

    Informaros que publicaré algún capítulo más de Perfume, pero no todos. Así que, quien quiera leer la obra completa sólo tendrá que descargarla en Amazon o pedírmela a mí en persona. Y, sin más, vamos con el material de la obra. Espero que lo disfrutéis y muchísimas gracias a todos por leerme cada día.

Sinopsis

Máximo Valentino es un tipo tranquilo de treinta y dos años, un hombre adinerado que tiene todo cuanto puede desear alguien de su edad. Sin embargo, su única debilidad en la vida ha sido siempre la faceta amorosa.


Cierto día, en uno de sus rutinarios viajes en metro, un perfume femenino llama demasiado su atención, tanto, que le llevará a caer en un hechizo de amor hacia la portadora de tan arrolladora fragancia desde el momento en que la ve. Eso desembocará en una historia de amor inusual que guiará a Max hacia caminos insospechados de mentiras, odios, celos, alucinaciones y traiciones, descubriendo una verdad que le restará el sueño.


Tan intensos son los hechos, que Max decide escribirlos tiempo después para dar a conocer toda esa verdad, su verdad.

Prólogo

¿Puede un perfume de mujer arruinarte la vida, o quizá alegrártela de un modo que no habías imaginado nunca? Pensé ambas cosas mientras vivía los hechos que ocurrieron durante aquel enero. Me trasladaré hasta aquel momento en el tiempo para contároslo en primera persona, así podréis saber en todo momento lo que pasó, visto por mis propios ojos.







miércoles, 14 de mayo de 2014

Salvar a la hermana pequeña

Nunca olvidaré aquella tarde en la que mi hermana pequeña casi muere por mi culpa.


    Corrían los años noventa. Por aquel entonces, yo tendría alrededor de unos diez años, quizá menos. Vivía feliz en el pequeño pueblo valenciano de donde provienen mis raíces y donde me crie, Millares. Ese pueblo fantástico y encalado entre grandes montes. Yo era un niño feliz, hambriento de curiosidades, siempre andaba a solas por los caminos, en busca de una de las fascinaciones más potentes que he tenido siempre: los animales. Alucinaba con salamanquesas, renacuajos, culebras de agua, víboras, zarbachos (lagarto ocelado), gorriones, mirlos, águilas, halcones, ruiseñores, perdices, tordos, faisanes, cabras monteses, gatos monteses, zorros, muflones, jabalíes, hormigas, alacranes, lagartijas, cangrejos de río, peces, tortugas y demás especies afincadas en esos dominios, ricos en fauna

domingo, 11 de mayo de 2014

Perfume. Capítulo 44

Contrario a mis pretensiones, el deseo de robar la vida de Sandra se sobrepone a los consejos del anciano. Pronto vuelvo a sentir que la traición, es algo que merece ser vengado de una forma que nunca pueda olvidar la víctima, o simplemente, que no pueda recordar nada nunca más. Se lo cuento a Joe, aunque es una persona muy pacífica, me da la razón. Me dice que él en mi caso también haría lo mismo. Le doy las gracias por haberme hecho pasar este buen rato y me despido con las ganas que se despiden dos amigos que se conocen de forma especial desde hace bastantes

miércoles, 7 de mayo de 2014

Elegida

Como la vez que se detuvo delante de un pino, a oler su aroma, a sentir su presencia, a disfrutar su sombra. Esa vez no tuvo por qué ocultarse del mundo, el mundo la miraba de cerca, arañando sus recuerdos como paloma surca el aire. No sabía cómo, el sol no había salido ese día, pero sus cabellos se fundían en las sombras coníferas. Supo que era objeto del deseo universal de amar, del amor a las cosas, a los árboles, a la hierba. Un remolino de sentimientos hondos que se erguían despacio, en armonía y calma. Viajó por las nubes, surcó los cielos y mares. Vivió momentos de grandeza inigualable. Hasta que llegó a un llano donde el suelo era firme, pero estaba empapado por la lluvia que terminaba de caer. Allí construyó su nueva casa; fundó un poblado y llenó el llano de vida. Años después, un precioso bosque de ceibas petandras reinaba en aquel lugar antes desierto.




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domingo, 4 de mayo de 2014

Perfume. Capítulo 43

Estar en casa de Joe me hace sentir tranquilo. Su cercana presencia siempre ha cubierto mi persona de un manto de serenidad, de normalidad anormal. Es una relación difícil de explicar. No sé si con las demás personas de su vida sucede igual, lo que sé es que conmigo, parece haber una relación de estrechez sentimental desde que me transmitió las palabras de mi abuela con su boca.


Mientras bebemos el whisky, le cuento todo el asunto del robo y la traición de Sandra. Le explico mis repentinas ganas de matar y también el asunto del detective privado. Él conocía a Héctor, pero no lo suficiente como para acudir a su entierro ni para enterarse de su muerte por otra persona que no sea yo.


—Tío, vaya días llevas… —me dice.


—Joder, y tanto… Creo que me estoy volviendo loco, o estoy rozando la fina línea que separa la cordura de la demencia, —contesto, después lleno mi garganta de escocés.


—Está bien. No te atormentes. Te voy a dar algo que quizá te ayude a superar todo esto.


—¿Algún amuleto?


—No, hombre, no. Esas mierdas no funcionan. Lo que te voy a dar es la droga más potente que existe en la Tierra. Viene de una planta del Amazonas. Conseguirla es difícil y caro, pero su efecto es algo, que no se puede explicar con palabras. Vamos a tomarla, a ver si por ahí descubres algo.


—Pero, ¿qué dices? Yo no tomo esas mierdas. ¿Desde cuándo te drogas?


—Me lo dio a conocer uno de mis clientes. Te aseguro que la experiencia que vives bajo sus efectos es inolvidable, a partir de ahí, entiendes la vida conforme es. Confía en mí.


—Yo paso. No me jodas, Joe.


—Qué sí, coño. Ya verás, tan pronto como empieces a ver cosas, sentirás que todo lo que has visto es material, que hay muchas cosas que escapan a nuestro entendimiento. Gracias a esta sustancia, verás todo de otro modo. Tu abuela aprueba el experimento.


—¿Mi abuela? ¿No dijiste que no volvería a saber de ella?


—Sí, pero ha querido hacerme saber que tomes esto, y si ella lo dice, es porque sabe que te vendrá bien.


Me quedo mirándolo con cara de pocos amigos al hacerme la idea de tomar una sustancia desconocida y quizá dañina, que el loco de Joe, está a punto de darme. Se levanta del sofá, va a la cocina, abre la nevera y saca una pequeña jarra de cristal que contiene un líquido color marrón. Se acerca y vierte un poco en cada vaso de whisky. Parece asqueroso. Devuelve la jarra a la nevera, se acerca, coge su vaso y le da un trago; su cara adopta matices amargos después de sorber.


—Venga, ¿a qué esperas? —Me dice.


Miro el vaso con cara de asco, lo agarro, coloco mi nariz dentro; huele a whisky. Sin pensarlo dos veces le doy un buen trago. El sabor es rancio, seco y desagradable, mucho peor que el escocés. Me dan dos arcadas que acentúan todas las arrugas de mi cara.


—Qué asco, por Dios, —refunfuño.


—En cinco minutos sabrás lo que es bueno, amigo.


Debatimos sobre lo malas que son las drogas para el organismo durante un rato hasta que empiezo a notar algo extraño dentro de mí. La sangre de mis venas parece solidificarse, la noto fluir con una densidad pasmosa. Me miro las manos, están muy enrojecidas. Al levantar mis ojos, el salón de Joe ha cambiado por completo. Hay un arco iris que nace de algún lugar y se estrella justo delante de mí, con un gnomo que salta alegre, avanzando por él. Joe está volando, alrededor del arco iris. Sus palabras son ahora distantes pero sonoras, me llegan en forma de notas musicales de colores. Miro a un lado; hay un anciano con barba de ochocientos siglos, con más arrugas que otra cosa en su cara y mirada triste. Me mira y sonríe. Me explica todas las cosas que debo saber sobre mi vida, desde el momento en el que nací hasta día de hoy. Ha sido un resumen extenso, no se ha dejado nada el muy cabrón; desde los juegos que jugaba de niño, hasta el presente de Sara, Héctor y demás. Comprendo que las cosas que me están sucediendo tienen que ser así, y no de otro modo. También me dice que soy una persona muy especial, y que tengo a un gran número de personas que me aprecian. Que no debo preocuparme por nada más que por vivir en armonía y calma. El misterioso anciano se levanta y se aleja, levitando, dejándome atónito mientras veo a mi madre cantando una canción que ha inventado con mi nombre. Ahora el anciano está delante de Joe, parece que se conocen. Le está explicando algunas cosas que no logro escuchar, pero la cara de Joe me hace pensar que son de una importancia transcendente para él. El gnomo sigue dando saltitos en el arco iris, desplazándose a un lado y a otro. Me levanto, miro por la ventana; los árboles del jardín están charlando entre ellos. El agua del mar está abrigando la arena de la playa con brazos, como si fuera un bebé frágil y delicado. Siento un golpe en la nuca. Me giro, es el anciano, me ha dado una colleja simpática y ahora me estrecha la mano diciéndome adiós. Joe está detrás de él. Poco después, todo desaparece; estamos Joe y yo en el sofá, sentados, como antes. Ahora por mi cabeza deambulan pensamientos desconocidos, que sin embargo, me son muy familiares. La sensación es gloriosa, la paz reina en el salón.


—¿Y no querías probarla, Maxi? —Me dice Joe, con una simpática sonrisa iluminando su rostro.


—Joder, ese viejo lo sabía absolutamente todo.


—Ese viejo es tu conciencia.


Lo miro comprendiendo perfectamente lo que dice. El anciano hablaba desde el más profundo yo, pero como si fuese otra persona. Es la mejor forma de conocerse a uno mismo. Esta droga provoca que veas las cosas de un modo que jamás podrías comprender si te explicaran. Hay que vivirlo para saber lo que pasa mientras estás bajo los efectos. Ahora ya no quiero matar a nadie, estoy lleno de amor por todo cuanto me rodea. Sólo quiero vivir en paz y armonía. Sandra es una magnífica amiga que merece vivir. No quiero ser yo el que la maltrate físicamente. Sara es una preciosa mujer, que me tiene enamorado y ni siquiera me había dado cuenta de ello. Héctor ha pasado a ser compañero de mi abuela. Todo eso es lo que me ha hecho comprender al abuelo parlanchín. Y así quiero seguir pensando.





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